Un buen profesor tampoco se hace de la noche a la mañana. Es el que piensa en lo que hace. Después de cada clase saca una conclusión. Se ha entrenado en recopilar, organizar y exponer de la mejor manera información que por ser tan atractiva te invita a la investigación personal. Se ha entrenado en el arte de la sencillez que le da autoridad. Por eso genera disciplina sin imponerla. He conocido profesores que nunca necesitaron alzar la voz porque sus clases eran tan interesantes que a uno no se le ocurría interrumpir con tonterías. Finalmente, el buen profesor tiene buen humor, ese arte tan olvidado en la práctica pedagógica. No se confunda con la ingenuidad o la claudicación cobarde al humor de los alumnos. No, el buen humor es capacidad de reírse de sí mismo, un signo indeleble de libertad y autodominio que convierte los conocimientos en un lugar de encuentro natural entre las personas. Y en eso no se invierte dinero sino la vida entera.
(Artículo extraído de " http://roncuaz.blogspot.com.es/2008/10/buenos-y-malos-maestros.html")
Con este relato comienzo este post para hablar del autoritarismo en las escuelas. Es un tema que tengo que tratar ya que todos, alguna vez en la vida nos hemos topado con maestros así.
Para los maestros en formación, decir que es fácil caer en el autoritarismo ya que es la mejor forma de ejercer control sobre la clase y de que te hagan caso, pero debemos recordar que la escuela trata de, entre otras cosas, hacer personas libres. La figura de un maestro autoritario perjudica a la libertad en todos los sentidos.
¿Cómo es un maestro autoritario?
El maestro autoritario coloca límites y controles firmes a sus alumnos. Estos siempre tendrán establecidos sus lugares para el curso. Las sillas frecuentemente están colocadas en filas derechas sin desviaciones. Los alumnos deben estar en sus sillas al comenzar la clase y permanecen allí durante el resto del período. Estos maestros rara vez conceden permisos o reconocen las justificaciones de las ausencias.
Siempre, todo está silencioso. Los alumnos saben que no deben interrumpir al maestro. Como no se dan los intercambios verbales y se desalientan los comentarios, los alumnos de los maestros autoritarios no tienen oportunidad de aprender o practicar las habilidades de comunicación.
Estos maestros prefieren una disciplina vigorosa y esperan una obediencia religiosa. Las desobediencias al profesor tienen por consecuencia los castigos o la visita a la oficina del director. En este caso, los alumnos deben seguir las indicaciones sin preguntar porqué.
Al extremo, el maestro autoritario no da muestras de preocuparse por los alumnos. Sus alumnos reciben ocasionalmente alguna alabanza y motivación, si es que la da. Además, no se esfuerza por organizar actividades como un día de paseo. Piensa que estos eventos especiales sólo perturban el aprendizaje de sus alumnos. Después de todo, el profesor cree que sus alumnos sólo necesitan escuchar sus explicaciones para obtener el conocimiento necesario.
Los alumnos de este salón están reacios a iniciar las actividades, debido a que se sienten desmotivados. El maestro les dice qué hacer y cuándo hacerlo. El toma todas las decisiones. Por ello, su estilo hace poco por incrementar la motivación de logro o entusiasmar por establecer metas personales.
Los decentes autoritarios pueden tener muchos conocimientos, pero en un aula, los conocimientos no es lo único que se aprende.
En la educación primaria los valores humanos es la "asignatura" más importante.
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